Recién
terminada la guerra civil española, un taxista palmesano, Jaime Salom, hombre
recio, fuerte y calmoso (según lo califican los que le conocieron) dejó el taxi
para fundar una empresa familiar de fabricación de zapatos: “Calzados Salom,
S.A”.
Transcurría el año 1938 cuando el arquitecto
mallorquín Guillem Muntaner construyó la fábrica en el barrio de “La Soledad”
de Palma. Esa fábrica, de estilo racionalista con rasgos regionalistas,
llegaría a emplear a más de 400 obreros en la década de los 60 para fabricar un
tipo de calzado, pionero en el mundo, que iba a hacer furor en el
mercado nacional e internacional: los calzados vulcanizados “Gorila”.
Pero antes de patentar ese tipo de calzado -que lo
hizo en 1940-, Salom tenía que fabricar su calzado de forma muy precaria porque
la guerra había marcado el devenir de la gente por la escasez de toda materia
prima, que encima estaba controlada por las autoridades, hasta el punto de que
para tener acceso a los cupones que se repartían para acceder a ellas tenían
que ser empresas establecidas antes de 1936, requisito que “Calzados Salom SA”
no cumplía.
Fue en 1942 cuando los Hermanos Tomás, unos
empresarios fabricantes de gomas, propusieron a Salom la fabricación de una
suela de goma vulcanizada para sus zapatos a través de un sistema que
bautizaron y patentaron como “vulbatemcuero”, una técnica que consistía en que
el zapato una vez montado en su horma con otras pieles que no necesariamente
debían ser de vacuno, se le aplicaba la goma cruda y se introducía en
un horno al vacío produciéndose la vulcanización, una técnica que se conseguía
después de mantener a una temperatura adecuada el calzado durante unas 6 horas.
Este sistema de fabricación fue utilizado por primera vez en la industria y
supuso un gran éxito, ya que transmitía al producto una durabilidad y robustez
muy superior a lo que existía en el mercado. Prácticamente aquellos zapatos
eran indestructibles.
Había pues que ponerse manos a la obra para dar a conocer este producto
innovador.
Nueve años antes, en 1933, se había estrenado la
película “King Kong” y fue precisamente ese icono cinematográfico el que Salom
eligió para dar a conocer sus zapatos Habían nacido los “Calzados Gorila”, un
tipo de calzado que se impuso rotundamente convirtiéndose en referente de
robustez y durabilidad en el calzado para niños de la posguerra española en una época
que el calzado se heredaba del hermano mayor
La visión de Salom para
dar a conocer su producto es digna de admirar, pues “Calzados Gorila” fue también la primera en realizar la
primera acción de marketing directo en el mundo del calzado, regalando la
mítica pelota de goma verde con un gorila en relieve con cada par de zapatos
“Gorila”.
Aquella pelota de goma dura
que botaba lo justo, llegó a ser el juguete más apreciado de los niños de la
posguerra. Servía para todo: jugar a frontón, a “banya”, a tenis y hasta a
fútbol. Raro era el niño que no tenía una y los
que sus padres no podían comprarles unas botas o zapatos para tenerla, solían
ir a la tienda que la marca “Gorila” tenía en exclusiva en la Plaza del
Progreso nº… “La Fuerza del Destino” (había un cartel en la fachada que ponía “Aquí
es donde calzan todos los pies, grandes y chicos, pobres y ricos, aquí es”),
para rogar a las dependientes que les regalaran una de aquellas pelotitas, cosa
que era totalmente imposible, porque siempre contestaban lo mismo:
“dile a tu mamá que te compre unos zapatos y te llevarás una”. Los años 50,60 y 70 fueron los de máximo
esplendor de la marca llegando a producir 800.000 pares de zapatos.
En el año 1955 Jaime Salom era ya uno de los empresarios
mallorquines más ricos del momento.
Su afición al ciclismo le llevó a fundar durante esos años un
equipo ciclista, el “Minaco Gorila”, con el que participaba en casi todas las
vueltas que se celebraban en España. Los corredores: Gual, Company, Gómez
Moral, Chacón, Alarcón y Cosculluela eran sus gregarios y él se sentía muy
orgulloso de su equipo con el que solía acudir a las carreras para apoyarles.
Los pedidos de sus zapatos le llegaban de todas partes y la
fábrica no daba más de sí.
Sus representantes en Barcelona, los hermanos Ollé, reconocieron
en una entrevista que realizaron a Jaime Salom en el “Mundo Deportivo” del 3 de
Septiembre de 1955, que sus almacenes estaban vacíos de género y llenos de
pedidos, a lo que Salom contestó: “ya sé que debo intensificar la
producción y montar nuevas fábricas. También sé que la única propaganda
efectiva es la calidad del género y son muy pocos los clientes que me hacen
alusión al ciclismo. Pero a mí me gusta la afición y el espíritu de sacrificio
de los ciclistas. Eso hay que vivirlo”.
Pero Salom no abrió nuevas fábricas ni se modernizó y
el auge de la marca fue languideciendo poco a poco. En los años 80 Jaime Salom
murió, y la marca de zapatos más conocida entre los niños pasó a sus herederos.
La frágil situación financiera que atravesaba en 1990 sacando al mercado
únicamente 20.000 pares de zapatos, motivó que Miguel Oliver, propietario por
aquél entonces de la marca, la vendiera por varios cientos de millones de
pesetas a Basilio García, un empresario de calzado de Arnedo (La Rioja)
propietario de la marca de calzado para caballero “Callaghan”, el cual la
rediseñó y modernizó, continuando en la actualidad explotándola. En aquél
instante Miguel Oliver le entregó casi medio siglo de la historia industrial
mallorquina.
La tecnología original de “Gorila” ha pasado a la
historia. “Hay otras formas de lograr la durabilidad y de una manera más
industrial”, señala García, el actual propietario. “Fabricar un par de
zapatos con la vieja técnica del “vulbatemcuero” costarían el doble que ahora,
que se hacen por unos 50 euros” El Ayuntamiento de Palma acordó preservar
el edificio de la antigua fábrica “Gorila” de La Soledad, para incluirlo en el
catálogo de inmuebles de interés histórico, arquitectónico o artístico.
Según
detalla la Asociación “ARCA”, la antigua fábrica se halla en “un área que
también podría calificarse de conjunto histórico industrial”, debido a que
existen varias fábricas del siglo XIX en el barrio de “La Soledad” y aún se
conserva también la tipología de viviendas de obreros del siglo XIX y
principios del XX, valores que también han sido reconocidos por la “Comissió de
Centre Històric i Catàleg” del Ayuntamiento.
Fuente: UEP!
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