El Capitán de
Aviación D. Francisco Diaz-Trechuelo y Benjumea muere en combate.
Corrían los difíciles tiempos
de la Guerra Civil Española, era el 14 de agosto de 1936 y el Piloto fallecido
era hermano del Sr. Marques de
Villavelviestre D. Cayetano Diaz-Trechuelo y Benjumea.
Este
Piloto, forma parte de nuestra Historia…de esa triste Historia que lleno de
dolor a muchas familias, soldados aguerridos que desde uno u otro bando
formaron las tristes esquelas y noticias de un pequeño pueblo como Huévar.
Esquela
mortuoria de D. Francisco Diaz-Trechuelo y Benjumea
Desde
aquel día, una de las calles principales de Huévar lleva su nombre aunque
con una curiosidad, antes se llamaba “Capitán Diaz Trechuelo”, calle que
al igual que otras, a sus titulares les despojaron de su rango, pero
eso….sera otro articulo, “queramos o no”, de nuestra Historia.
En
total fueron veinticinco aviadores de la Base Aérea de Tablada los que murieron
entre 1936 y 1939 en actos de servicios. Diaz-Trechuelo
se convirtió en uno de los primeros en morir en la cruel contienda.
TABLADA, 14 de agosto de 1936. Tres de la tarde. El Junker número 61 despega
con dirección a Badajoz en misión de bombardeo y apoyo a las tropas legionarias
del teniente coronel Yagüe y el comandante Castejón. Pilota el avión uno
de los más destacados aviadores nacionales, el capitán Francisco Díaz-Trechuelo
Benjumea.
Una vez
sobre el objetivo, Díaz-Trechuelo decide no bombardear sin antes precisar bien
la posición de las tropas legionarias, al mismo tiempo que hace descender el
aparato hasta unos doscientos metros de altitud, para ametrallar al enemigo que
hostiga a las tropas nacionales desde los tejados. A esa altura, el Junker hace
repetidas pasadas y consigue poner en desbandada, hacia la cercana frontera
portuguesa, a grupos de milicianos. Desde terreno neutral, la situación del
Junker es seguida con admiración por el capitán Carlos Soler Madrid, que valora
el comportamiento del piloto.
También
desde una cercana loma observan las pasadas del Junker varios carabineros. Y en
una de ellas, con rabia, disparan sobre la panza del avión. Nunca conocerían
que una de las balas mató instantáneamente al capitán Díaz-Trechuelo. Le
atravesó el corazón.
A bordo
hubo momentos de consternación. Los Junker eran aviones recién incorporados,
que muy pocos pilotos se atrevían a manejar. Como copiloto iba el cabo
Fernández Matamoro, formado en Tablada, sin experiencia práctica. Sus
compañeros de vuelo, Quintano, Valverde, Robledo y un falangista que ejercía de
bombardero, se miraron entre sí. La primera reacción fue decidir el bombardeo
previsto, y después, el regreso a Tablada, transmitiendo por radio la clave
H-17, equivalente al mensaje de “llevo herido muy grave”.
En la
base de Tablada, desde las cinco y media de la tarde, todo estaba dispuesto
para un aterrizaje de emergencia. El capitán médico Manuel Méndez de León
preparó el servicio de ambulancias y puso al personal del botiquín en alerta.
Igual estaba el servicio de bomberos.
Sobre
las seis de la tarde, los vecinos de La Pañoleta observaron un avión que venía
desde el Oeste, volando más bajo de lo normal. El Junker número 61 iba muy
despacio. En su interior, tendido sobre el suelo del fuselaje, el capitán
Díaz-Trechuelo se desangraba. El avión fue acercándose poco a poco al puente de
hierro de San Juan de Aznalfarache, atravesando la vega de Triana. Desde La
Pañoleta, por efecto óptico, parecía que el aparato se estrellaría contra la
estructura superior del citado puente. La gente miraba en expectante silencio.
De pronto, el avión desapareció de la vista, como si hubiera caído a tierra. No
se escucha ninguna explosión. ¡Había aterrizado! En Tablada se vuelve a
respirar.
Serían
las ocho y media de la noche cuando Ana Benjumea Pareja, Marquesa viuda de
Villavelviestre, cruza la Puerta Real y se adentra en la calle de Antonio
Salado. Viene de la novena de la Virgen de los Reyes. Delante de la puerta de
su casa, en el número 12, ve un grupo de personas. Minutos antes que ella, ha
llegado su hija Ana de recoger del colegio a su hijito Antonio, de siete años,
que se había quedado después de clase en una fiesta infantil.
Ana
Benjumea Pareja no pregunta. Le basta ver las caras de quienes la esperan en la
puerta: su hermano de padre, Joaquín Benjumea Burín; su prima Gracia Murube
Turmo… Los dos hermanos se abrazan. Los dos lloran en silencio, mansamente. Ana
y Gracia la abrazan luego y la besan con ternura. Todos llevan luto en el
corazón; todos han perdido a un hijo, a un sobrino, a un hermano.
Tablada,
15 de agosto de 1936. Nueve de la mañana. La banda de cornetas y tambores del
aeródromo ha tocado silencio y después oración. Del hangar de bombarderos sale
lentamente, a hombros de sus amigos, familiares y compañeros el féretro de Francisco
Díaz-Trechuelo Benjumea, 36 años, casado, cinco hijos; su mujer, Regla León
Sanz, espera el sexto. Detrás del féretro van Francisco Franco Bahamonde,
Alfredo Kindelán, Millán Astray, Lorente, Manuel Otero, Antonio Serra Pickman,
Díaz Várela, Franco Salgado-Araujo…
Alfonso
Carrillo y Luis Bengoechea son los primeros en colocar el féretro en un
improvisado túmulo. El general Franco lee la orden del día: “…hecho tan
destacado, en soldado de tan grandes virtudes, le hace merecedor de que, usando
las atribuciones que los Reglamentos me confieren, le otorgue la Medalla
Militar, como recompensa a su heroísmo, que deberá ser colocada sobre su
cadáver, antes de darle sepultura…”
El
capitán Carlos Rute Villanova da un paso al frente. Toma de su pecho la Medalla
Militar que ganara en Asturias en 1934 y la entrega al general Franco para que
la deposite sobre la bandera de España, la bicolor, que cubre el féretro…
Dos horas después, esa misma bandera sería
izada por primera vez en el balcón del ayuntamiento de Sevilla, reemplazando
definitivamente a la insignia republicana.